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Foto en el ayuntamiento de Benavente. Comienza la ruta
Santa Cristina de la Polvorosa
Villanázar

Casas de campo durante el recorrido


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Camino Sanabrés
Benavente - Fisterra

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Benavente - Mombuey (1/3)

2 de julio de 2011

Como decidimos ayer, nos levantamos a las 6.30 para intentar huir de las altas temperaturas que pronostican  las predicciones del tiempo. Creo que el despertador de Pedro no llega a sonar, o si lo hace, ya estamos en pie.  He dormido bien, probablemente por el cansancio del  viaje. 

La noche anterior dejé todo preparado, así que solo  me queda bajar  las maletas y el ordenador al coche. Lo primero que hacemos es sacar las bicicletas del coche, aún atadas y embaladas. No nos cuesta demasiado. Unos momentos para una última revisión y engrase de las mismas y estamos dispuestos para salir.

En el lugar donde nos han alquilado las habitaciones, Hostal “la Trucha”, dan de desayunar y con ellos habíamos quedado para las siete. Nos tomamos un café con leche y algo de bollería. Le pedimos a la camarera que, por favor, nos vigilen el coche de Pedro que se quedará aquí hasta la vuelta. Le dejamos un móvil de contacto y montamos en las bicis para buscar el punto de salida. Todos llevamos el uniforme rojo del café Oscense, tal y como habíamos quedado el día anterior.

La mañana es fresca, ideal para comenzar nuestra aventura. Debemos cruzar todo Benavente por enrevesadas callejuelas, hasta dar con el punto de salida. Al pasar por la plaza donde se encuentra el ayuntamiento, nos hacemos la foto oficial de la salida, gracias a un amable peatón que pasea por delante de nosotros.

Siempre en descenso, llegamos a la N-525, nuestra compañera inseparable de la ruta y buen punto de referencia para mantener contacto con la furgoneta de apoyo.

En el lugar de inicio del camino, y para mi sorpresa, aparecen unos monolitos de gran tamaño, de aspecto reciente, y flechas amarillas que señalan el Camino del Sureste. Desconocía que este existiera y tomamos la decisión de seguir las marcas. En principio coinciden con los waypoints que marqué en mi ruta alternativa hasta Santa Croya de Tera. También vemos a un par de ciclistas con alforjas que dejamos atrás, como si dudasen del camino a seguir. Puede que estén realizando la Ruta de la Plata, que sigue hacia el norte y se hayan despistado con las señales que les llevan al oeste. Me quedo con la duda, porque no los volvemos a ver.

El camino discurre separado, pero paralelo a la nacional. Cruzamos un puente para salvar un amplio canal, Caño de los Molinos, que desemboca en el río Órbigo. Pedaleamos por una pista de buen firme y en poco más de tres kilómetros, tras pasar bajo la carretera por un túnel y cruzar el río Órbigo, llegamos a Santa Cristina de la Polvorosa. En este lugar se produjo la batalla de Polvoraria, entre musulmanes que acudían a  atacar León, y los cristianos al mando de Alfonso III el Magno. El nombre de polvorosa, puede provenir de “Polvoraria”, forma en denominaban los cronistas a este lugar, por lo yermo y polvoriento de la zona

 El pueblo se extiende a lo largo de la nacional y, justo al final de él, nos desviamos a la izquierda por un llano camino de tierra rojiza. Rodeados de campos de regadío, maíz, chopos y forraje, pedaleamos en grupo con relativa rapidez y la marcha solo se ve interrumpida por las continuas fotos y videos que hacemos.

Al cabo de un rato, la zona de concentración parcelaria se acaba y debemos ascender hasta un pequeño alto, rodeados ahora de jaras, carrascas o robles de pequeño tamaño y vegetación ya seca. El camino llega hasta la casa del Jaral, una construcción agrícola de buen tamaño, donde reagrupamos. Aparecen más monolitos que indican que vamos por buen camino. De momento, estas señales coinciden con la que llevo marcadas desde Huesca en mi GPS. Michel y yo, nos paramos muy a menudo para grabar en video o fotografiar el recorrido. Esto nos obliga a realizar un sobreesfuerzo para alcanzar de nuevo al grupo, que no deja de pedalear.

Tras un breve espacio de tiempo, llegamos al final de la zona arbolada. Una fuerte, pero corta bajada, nos lleva hasta Villanázar por una pista, alrededor de la cual, se ven bodegas escavadas en la tierra y viejos palomares de barro.

Villanázar es un pequeño pueblo que atravesamos rápidamente hasta cruzar una carreterita local por la derecha del ayuntamiento. Una pista, con un gran monolito de la ruta, nos introduce de nuevo en zona de regadío. A los pocos metros de tomarla, llega la primera avería del recorrido. Tere pincha la rueda trasera y la convencemos de que sea ella quien la repare, entre las risas y bromas de los demás.

Solucionado el problema, proseguimos a buen ritmo entre más zonas de maíz y plantaciones de chopos hasta llegar a una bifurcación donde, mis waypoints van por la izquierda y las marcas por la derecha. En una rápida decisión, optamos por seguir el trazado de las flechas amarillas, confiando que nos lleven a buen puerto. Estas nos dirigen al norte acompañados a nuestra izquierda por el río Tera, al que la abundante vegetación de ribera nos impide observar, y a la derecha por campos de cultivo. El trazado es muy llano y agradable, lo que nos permite ir en grupo, en animada charla. La temperatura, probablemente influida por el riego de los terrenos que nos rodean, es muy agradable, dando una buena sensación de frescor.

A lo lejos, junto a unos paisanos que cultivan un huerto, se ve una construcción a la que me acerco, desviándome unos metros del recorrido. Es la ermita de la Virgen de la Vega, y aparentemente, es un edificio bastante simple y no muy bonito. Le hago una foto y regreso con el grupo.

El camino se introduce entre la ribera del río y transita bajo los árboles. Al cabo de un rato, las señales nos mandan por una zona de choperas y el camino que llevamos sigue a la derecha. Hacemos caso de las indicaciones y el camino desaparece, labrado por algún desaprensivo. Debemos andar unos 300 m, entre maldiciones hacia el autor de la fechoría, y este reaparece de nuevo junto a unas viejas edificaciones de piedra y barro. En una de ellas, se lee en el dintel de la puerta “AR LA VALDERIA”. Sin saber que significa, seguimos camino rodeados de nuevo por maizales y choperas, siempre con el río Tera a la izquierda.

Pronto llegamos a la N-620. Salimos al asfalto junto a un cruce y las señales desaparecen aparentemente. Hay un hotel, una residencia de ancianos y un club de carretera. Probamos a ir por un camino junto al río, pero Antonio regresa al no ver ninguna indicación. Después de unos momentos de duda, vemos una indicación que nos hace seguir por la carretera y al poco se mete en un camino paralelo. Lo tomamos, pero tras atravesar unas zonas con barro y alta vegetación y zarzas, este se hace intransitable y decidimos volver, de momento, al asfalto. Después de poco más de 1.5 km, volvemos a tomar el camino de tierra, ahora ciclable, y que sigue paralelo a la carretera.

 

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